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Mindful eating: saborea la vida

chispa

Porque hay otras maneras de distraerse, porque sentirse libre es mucho más, porque sentirse de verdad acompañado es otra cosa, porque es una solución trampa…

Son sólo motivos para dejar el hábito de comer sin tener hambre. Eso que todos, unos más que otros, hemos hecho alguna vez por detonantes externos, (porque “toca”, porque pasa una croqueta por delante, porque hay que dejar el plato limpio por los niños de África, hoy sería Sira, por no ofender a mamá…) o internos (porque estamos aburridos, nerviosos, tristes, nos sentimos solos, nos queremos premiar por un día duro o simplemente por celebración o placer).

Porque la vida no espera.

Ese fue el que yo escogí. Ese fue el que en mi caso hizo que me diera cuenta de que no podía seguir enredada en el lío de la comida. Mi primer pensamiento de la mañana, qué había cenado la noche anterior para ver cómo lo compensaba; cada lunes noche o martes, la decepción de no poder mantener la dieta que había empezado el lunes; cuando se acercaba el verano, las prisas por quitarme ese fardo que llevaba alrededor de mi cuerpo.

Y todo ello sazonado con sentimientos de impotencia, frustración, y sobretodo culpabilidad. Mucha culpabilidad por no saber hacer algo que a otros les parecía fácil y que yo, por más que lo intentara, por más fuerza de voluntad que le pusiera, no lo conseguía de manera definitiva. Cuanta energía malgastada.

Cada vez que utilizamos la comida como distracción, ansiolítico,  o comodín en realidad la estamos usando, o bien como droga para no sentir o bien para sentir algo diferente a lo que hay en ese momento. Y tal y como yo lo veo, eso es decirle no a la vida.

Si no estoy presente para vivir lo que me sucede de verdad, ¿cómo voy a saber qué me sienta bien y que no? ¿qué dirección debo tomar? ¿cuál es mi proyecto vital?.

Como les dije este fin de semana pasado a mis alumnos, no hemos venido a este mundo a estar aparcados en la comodidad de la gasolinera. Sentemos al miedo de copiloto, y salgamos a la carretera con toda nuestra energía.

Uno de ellos, médico, contestó: “La dieta ha muerto. Larga vida a la alimentación consciente”.

Mª Pilar Casanova Burgués
Formadora en Mindful Eating

C/Pau Claris, 149, 3º2ª
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